Investigaciones revelan que el acto de aplaudir es una forma de “contagio social”, nos dicen que la duración de una ovación depende del número de espectadores.
Basta que un número de personas empiece a aplaudir para que el aplauso se extienda por todo el grupo y lo mismo ocurre si solo un par o 3 dejan de hacerlo para que el aplauso se apague.
De hecho los investigadores creen que el aplauso siempre va a ser contagioso, y basta con que una sola persona empiece a hacerlo para que el resto lo siga, y mientras el aplauso es más fuerte, más personas empiezan a aplaudir e incluso comienzan a hacer mucho más fuerte sus aplausos, uno deja de aplaudir o simplemente baja la fuerza del aplauso y las demás personas harán los mismo.
Es por ello que se dice que el aplaudir es una forma de “contagio social” que refleja cómo las ideas y las acciones ganan y pierden su moméntum.